Nosotros somos el mundo, pero el mundo nos supera. La gente, esa, enorme, desconocida. Somos todos, pero a la vez, nadie.
Una gota de luz perdida, un átomo de energía suelta.
No mire al otro y lo juzgue. Haga un favor al otro y a usted mismo; tómese un minuto para ver más allá. Esa persona es alguien con una realidad y un mundo del que usted no es parte. Ni siquiera cuando ese alguien es cercano.
La persona con la que más tiempo compartimos, es nosotros mismos.
Nuestro diálogo interno es infinito y privado, privador, privativo.
No se confunda creyendo que conoce a NADIE.
Mire alrededor. Sea sincero y asuma cuánto sabe de usted mismo ante todo, de los demás como consecuencia.
Pero es tan sencillo mirar al otro. Lo ve?
Mírelo fijo, mírelo profundo. Ni se le ocurre. Ni a usted ni a nadie; se lo digo para que pueda ampararse en esa indiferencia colectiva que tiene miles de justificativos, pero que es tan chata, tan pobre, y nos hace la vida tan vacía de miradas y de sabidurías del otro…
Haga el ejercicio diario de mirar a alguien sin decidir que este es lindo, feo, bajo, flaco, de su agrado... nada.
Sólo mírelo, sepa de él/ ella con ese vistazo y entienda que esa otra persona vive en un mundo diferente al suyo.
Mientras maneja, en el semáforo, mire al costado. El del auto de al lado suyo, el que está por pasar el cambio y llevar el auto hacia adelante igual que usted en un instante más, ese, se dirige hacia otro universo, hacia otras sensaciones, otra vida. Y viene de otro mundo, otro universo, otra vida.
Cuando se afeite a la mañana, usted hombre. O cuando se peine el flequillo, usted mujer, mírese fijo, a los ojos, y no se sienta incómodo/a.
Sosténgase la mirada y probablemente sonría.
Cuando mire a otro, a cualquier otro de la manera que describíamos, esa que va un poquito más allá, trate, intente que le suceda lo mismo: Sonría.
Y no se juzgue, no se vea simplemente lindo/a, demacrado/a, despeinado/a.
Mírese, mire hacia adentro, sonríase, sepa que así como es, va a acompañarse el resto de los días que le queden por vivir, y que esa cara que sólo mira un instante para peinarse, es la que ofrece a todo un mundo que se le pasa desapercibido ante las narices cada momento, cada segundo, y que el que está por poner primera al lado suyo en el auto, puede estar mirándolo de manera directa, con una sonrisa o no, pero intentando asomarse desde su cáscara de nuez…
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